Tea, Scones and Arsenic es un juego de mesa lleno de momentos de reflexión, faroleo, algo de estrategia y un toque de suerte. Tendréis que competir con audacia para deteneros antes de que sea tarde. Una merienda llena de bollitos envenenados os está esperando. Tendrás que analizar con cuidado qué te llevas a la boca… si no quieres terminar tieso.
¡Qué difícil es pertenecer a una familia aristocrática inglesa! Tu tío americano ha tenido la excelente idea de fallecer legándote su inmensa fortuna. Para celebrar el acontecimiento, la familia se reúne a tomar el té y disfrutar de unos bollitos. Sin embargo, como cada uno de los herederos es igual de codicioso, decide envenenarlos con arsénico (una apuesta segura) para aumentar su parte de la herencia. La digestión promete ser difícil...
Los bollos se colocan al azar, con el lado del veneno hacia abajo, en la caja de galletas. Algunos bollos son deliciosos, pero otros contienen distintas cantidades de veneno. Para cada tipo de bollo, hay 2 inofensivos y 4 envenenados. La dosis letal a la que un personaje sucumbe al veneno y es eliminado del juego difiere en función del número de jugadores.
El 1er jugador coge uno y le da la vuelta discretamente para saber su dosis de veneno (los otros jugadores no deben ver nada). O bien se lo come (decide conservarlo y lo coloca en su taza frente a él, con el lado del veneno oculto) o lo devuelve a su lugar en la caja y consume un terroncito de azúcar para retrasar el mal trago (puede barajar los Bollos después si lo desea). En el transcurso de la partida, los bollos se acumulan en su taza. En cualquier caso, su turno termina y es el turno del siguiente jugador. Cuando un jugador se queda sin terrones de azúcar, se verá obligado a comer el Bollito.
Si un jugador alcanza su resistencia natural al veneno (es decir, el número de dosis de arsénico que ha acumulado es igual o superior a la dosis letal), muere (queda eliminado y no se cuentan sus bollos). El fallecido puede elegir simplemente dar la vuelta a su tablero hacia el lado de los fallecidos y anunciar lacónicamente "estoy muerto". O... puede llevarse repentinamente las manos a la garganta, profiriendo terribles estruendos intercalados con palabras apenas audibles como " ¡Maldito! ", " Por qué tanto odio... "o "¿Quién va a dar de comer al perro? " antes de resbalar lentamente de su silla y acabar tumbado en el suelo en una posición grotesca. A cada uno su estilo...