Dentro del laberinto: el juego de mesa (edicion en castellano)

Juego para No jugones amantes de la peli

Este juego es el regalo perfecto para esas pesonas que adoran la película, gente de los 80, hijos de una época ¿mejor? Una peli llena de encanto que se ha transmitido estupendamente a este juego. Yo como jugador de juegos de mesa vea que el juego peca de muchos fallos, que no esta pensado para la gente que disfrutamos de un Lacerda. Este juego está pensado para esa gente enamorada de "El Cristal oscuro" o "Dentro del laberinto" y que la va a gozar con las minis y con el diseño del juego. Es decir, es un regalo fantástico para fans de la peli, pero no tanto para fans de los juegos.

Buena ambientación no apta para todas las edades.

Me hice con el juego apenas salió editado en castellano y tengo que decir que no me arrepiento.

La recreación de escenas de la película, con miniaturas muy conseguidas y cartas con fotogramas de la misma es una pasada. Cada partida es un viaje al pasado, nostálgico y acogedor, que Henson en particular nos ofrecía con sus productos.

El único motivo por el que no se lleva la máxima puntuación reside en lo indicado en el título: Puede llegar a ser frustrante si se juega con niños.

La dificultad es demasiado elevada, hay que optimizar al máximo las acciones porque el reloj no perdona, y aún así, haciendo una elección perfecta de los movimientos, no garantiza un buen resultado. Eso lo hace especialmente desilusionante cuando juegas con esas personitas de pequeña edad que lo que quieren es explorar, descubrir pruebas y moverse a su aire. Desilusionante para ellos, claro.

A esto se añade que a cada expansión (tengo las dos que se han publicado, Goblins y Fireys) la dificultad aumenta exponencialmente, y eso en un juego donde la suerte (personificada en las tiradas de dados) cuenta más que la habilidad, hace que sea casi matemáticamente imposible ganar.

Como niño de los 80-90 y fan total de cualquier cosa que saque Henson no puedo no darle un 10/10 en lo personal, pero chirría un poco tener que inventarse reglas caseras para que al jugar con niños no quieran tirar el juego por la ventana tras un par de partidas.